18 jun 2011

El lamento no mueve la mano de Dios

Durante la programación de la IURD TV, transmitida el pasado lunes para  todo el mundo, el  Obispo Edir Macedo, juntamente con el Obispo Guaracy Santos, enseñaron que a partir del momento en que el cristiano pide algo a Dios, por creer en las promesas de Él  y luego en seguida lamenta sus fracasos con alguien, neutraliza todo lo que fue pedido y lo que dice creer. “Por esto, la vida de muchos está derrotada, pues por un lado las personas hablan con Dios, y por otro lamentan con terceros. Si usted es un fiel diezmista y habla con Dios, ora, pero se lamenta por la miseria, es como si estuviera declarando la victoria del diablo sobre su
vida”, alerta.
El Obispo también explicó que el pueblo que fue liberado por Moisés de la esclavitud impuesta por Faraón,
en el Egipto, podría haber llegado a la tierra prometida en poco tiempo, pero murió en el desierto por haber dudado del poder de Dios. “El viaje que era para durar 2 meses, duró 40 años por cuenta de las quejas y murmurios”. Y aquél pueblo que salió, terminó por morir en el desierto, fue enterrado allá y solamente la siguiente generación pudo entrar en la tierra”.

“Además de esto, quiero decirle que cuando usted envía una carta a alguien, usted espera un determinado tiempo para que la carta llegue al destinatario y la respuesta regrese. Si usted confía en Dios, haga lo mismo. Usted entrega su problema en las manos de Él, pues sabe que a través del nombre de Jesús, tenemos acceso a la presencia del Todopoderoso”, dice el Obispo.

Aun sobre este tema, el Obispo concluye: “La persona no puede ser grande si piensa pequeño. Quien quiera ser grande tiene que dar la sangre, pues solamente la sangre clama de día y de noche por ella, cuando esta sangre es colocada en el altar de Dios. Esta sangre, a la cual me refiero, no es la sangre que corre por las venas, pero sí, la propia vida. Es usted entregarse el 100 por ciento a Dios y amarle a Él más que a su madre, su padre, sus hermanos, sus hijos, nietos, sea quien sea. Pues así, como la sangre de Abel clamó por justicia
y hasta hoy aun clama, también sucederá con usted.”

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