En
la parábola del sembrador, el Señor Jesús nos dice que apenas el 25%
de los que oyen la Palabra de Dios producen fruto. Según Él, la semilla
“que cayó en buena tierra son los que con corazón bueno y recto
retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia” (Lucas 8:15).
¿Cuál es el secreto de los que dan fruto? ¿Sólo la fe? Y, ¿qué decir de
los que también manifestaron esa fe y, aún así, perdieron todo? Se
engaña quien piensa que solamente las actitudes de fe son suficientes
para vencer.
En esta parábola, a pesar de que los cuatro tipos de oyentes usaron la
fe, ésta no les garantizó la victoria. Vale recordar que la culpa de que
la semilla no haya germinado fue del “terreno”, pues le faltó
perseverancia para cuidar de las semillas lanzadas en terreno árido. El
Señor Jesús dijo que la Palabra llegó primero a los oyentes
desinteresados. Por esa razón, luego vino el diablo para robarles la
Palabra del corazón, antes de que pudiesen creer. Después, llegó a los
oyentes entusiastas, que son los que reciben la Palabra con gran
alegría; pero, como la emoción y el entusiasmo son pasajeros y no pueden
sostener a nadie en las tribulaciones, desprecian la semilla
inmediatamente.
El tercero habla respecto de los oyentes que han ocupado los
pensamientos sólo con el bienestar propio. Por ese motivo, terminan
siendo sofocados con las ocupaciones, las riquezas y los deleites de la
vida, y sus frutos no llegan a madurar. Resaltamos que la fiebre por
los beneficios inmediatos de la fe ciega la comprensión espiritual y
conduce a la persona a la desesperación. Imagine si el agricultor no
tuviese paciencia para esperar el tiempo justo de la cosecha. Y si el
trabajador exigiera el salario antes de terminar el mes. ¡Seguramente
sería despedido!
En todas las cosas de la vida hay que perseverar hasta el fin para
conquistar los beneficios. El secreto de aquellos que dieron fruto no
fue apenas la fe, sino la firmeza y la perseverancia, pues la verdadera
fe camina junto con la perseverancia; si no, ella desfallece, porque la
fe se alimenta de la perseverancia, de oír y practicar la Palabra de
Dios. Aquellos que mantengan el firme propósito de conservar dentro de
sí aquella Palabra, habiéndola oído de buen y recto corazón,
ciertamente verán Su cumplimiento en sus vidas. El gran secreto de los
héroes de la fe fue la perseverancia. ¡Ellos sabían que Aquel que hizo
la promesa estaba encima de las tempestades enfrentadas! Y así como Él
no falla, tampoco lo hará Su Palabra! Por lo tanto, quienes en Él
confían, deben mantenerse firmes hasta la victoria final. En la guerra
contra el diablo, vencen los más persistentes.
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